sábado, 29 de agosto de 2009

Hay un intruso dentro mío que se queja y tiene frío, que ya no puede escribir, que miente cuando quiero decir la verdad, y dice la verdad cuando quiero mentir. Ya no se toma nada en serio, la verdad que es un misterio cómo pudo entrar en mí. A cada paso que da le falta espontaneidad, no se tiene confianza, dice todo que sí. Y cuando juega a la pelota no se anima a gambetear, juega para la tribuna, no juega para ganar. Este intruso come que da miedo, y duerme hasta el mediodía, no se más que hacer con él, con su pereza, su lujuria, su codicia, y los cuatro pecados capitales que le metió Lucifer. Si se cruzan con su mirada, déjenlo en su caminar, pasada la sudestada él se va a comunicar. Que la culpa no les carcoma los huesos, ya va a haber tiempo para las risas, los abrazos y los besos. Déjenlo en su mundo, un mundo muy poco profundo, donde no se ríe, donde no se llora, donde no se vive a pleno, ni el presente ni el ahora. Lo único que me enferma es saber que en la perra vida jamás me voy a deshacer de él, siempre adentro mío, fiel a su promesa de quemarme la cabeza para que yo sea infeliz. Me enferma comprender que forma parte de mí.

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